Orquesta Provincial de Musica Ciudadana

critica


Chabela y orquesta: una noche de tangos, lágrimas y lluvia



La cantante subió el sábado al escenario del Teatro del Libertador junto a la formación que dirige Osvaldo Piro. También se sumaron al espectáculo el vocalista Gustavo Visentín y la pareja de baile que conforman Walter y Rosalía.


Gabriel AbalosEspecial para LA MAÑANA

Noche lluviosa, puertas del teatro que se abren antes para dar paso a la tercera edad, la edad del tango. La cita es con la orquesta provincial que dirige Osvaldo Piro, Chabela como cantante invitada. La convocatoria es nutrida y la mutua disposición hace que todo fluya como debe. La orquesta larga con “Buenos Aires-Tokio” de Julián Plaza y ya está toda la carne puesta en la parrilla. La instrumental, claro, porque faltan voces y piernas para completar el cuadro. Gustavo Visentín, cantante estable del conjunto, vino para “Malevaje” y se quedó para “Milonga triste”. Y los bailarines Walter y Rosalía pusieron piernas -sobre todo las de ella- a “Azul noche” del propio Piro.Entonces llegó el turno de la artista invitada: la cantante cordobesa Chabela, para quien Piro hizo especialmente este arreglo de “Milonguita”. Chabela estableció puntualmente un diálogo con la orquesta para extraer sentimiento del personaje inmortalizado por Delfino. Y si la cita con el tango es cita con la nostalgia, por orden del género ciudadano, “El 45” de María Elena Walsh fue un vehículo directo a la lágrima. Creí ser el único en no poder retenerla cuando Chabela (acompañada por la guitarra de Román Carballo) llegó a aquello de “era de Hiroshima, donde tantas chicas tenían quince años como vos y yo”, pero Osvaldo Piro también exteriorizó su pañuelo y por eso me permito generalizar. ¿Y qué decir de “la sombra de mi vieja en el jardín” de “El corazón al sur” de Eladia? Más llanto disimulado e irrefrenable. Prueba de fuego del decir tanguero, en este caso también del decir de género de María Elena y de Eladia. Chabela supo de qué hablaba cuando cantaba. Desde hace rato.Músculos, instrumentos: el tren expreso de “Libertango” se llevó a la orquesta rumbo al intervalo “para el cafecito”.La segunda parte se abrió con el “Responso magistral” con que Pichuco despidió a Homero Manzi. Concebido para quinteto, el arreglo de Piro le da preeminencia al contrabajo dramático. Después el bandoneonista confesaría que se encontró de pronto con la partitura de Libertango “y casi sigo con otro tema”. Nada de eso se notó, claro, y las luctuosas escalas de Troilo triunfaron en su homenaje al hermano poeta. “Oblivión”, de Piazzolla, tuvo a la chelista María Eugenia Menta en los solos, rodeada de cuerdas, con Aldo Cerino en la habanera irresistible del piano. Luego los bailarines recorrieron los compases de “Milonguero triste” de Troilo, y Chabela regresó para el vals “Romance de barrio” de Troilo y Manzi. La cantante siguió con “Viejo Tortoni”, toda afinación, sentimiento y, por supuesto, la carga obligada de nostalgia.Como estreno fue Payadora, de Plaza, milonga de negras ancas sostenida con vigor. Hasta la parte de señoritas de la orquesta -las cuatro a cargo de las cuerdas- pusieron motor canyengue al tema, con ayuda de unos instrumentos por línea, claro, especie de músculo auxiliar para estos casos. Gustavo Visentín vibró con “Pasional”, vino la despedida con “Negroide” de Mamone, y el bis cariñosamente arrancado por el público, de nuevo Visentín, preguntándose “dónde estará mi casa vieja”, mientras afuera, agazapada y nostalgiosa, la lluvia nos esperaba a todos.

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